martes, 7 de diciembre de 2010

las enfermedades en epoca antiguas que causavan la muerte

No existen muchos datos sobre los males que atacaban a los peregrinos, o los que traían consigo, porque los libros de los hospitales sólo indican la muerte de los mismos, sin hacer referencia a su causa. En todo caso quedaría como muestra anotado el nombre del enfermo con una somera reseña de su nombre y procedencia con la frase “enfermo ó entró a curarse” ; por lo que es ardua la labor de averiguación en este campo.
El texto más antiguo que relata las dolencias de los caminantes vuelve a ser el Códice Calixtino, donde hace referencia diferenciada de las curaciones que puede realizar el Apóstol, y aquellas particularizadas en un régimen médico más especializado. Con respecto a la capacidad de multiterapeuta que tenía Santiago se podrá comprobar en el texto la inmensa gama de sus posibilidades, que animaba a cualquier enfermo a aventurar el Camino cara a Compostela “… devuelve (Santiago) la vista a los ciegos, el paso a los cojos, el oído a los sordos, el habla a los mudos, la vida a los muertos y curaba a las gentes de toda clase de enfermedades para gloria y alabanza de Cristo …”. Claro está que hay que entender la cita en el sentido salutífero-taumatúrgico del santo, más que en el aspecto médico, que es excesivamente voluntarista.
En otro apartado más conciso del Códice aporta datos más fidedignos, pero que también tienen un alto índice de irrealidad al parecer copiados de algún tratado médico de la época, por la gran concisión y exactitud de las enfermedades. Entre las enfermedades de la piel cita a la lepra y la sarna; del sistema nervioso a los frenéticos, maniosos, paralíticos, tremulosos, energúmenos, lunáticos; de la vista a los scotomáticos, albuginosos y epiforosos; de los enfermos de orina y riñón, a los estranguiriosos, dissuriosos y nefríticos; de las afecciones pulmonares a los flegmáticos, tísicos; de los artríticos a los artéticos, podrágicos, neumosos; del estómago, a los estomáticos, disentéricos; del hígado, a los coléricos, hepáticos e ictéricos. Poco resuelve esta enumeración el problema específico de los peregrinos al atribuirles casi todas ellas enfermedades de la época, pero seguro que se quiere indicar la conciencia de las enfermedades que pudieran afectarles, que algunos tratarían de curar en Compostela o las adquirirían en el Camino.
A todas ellas habría que añadir las propias del Camino, como las caídas y golpes con traumatismos graves, las mordeduras de los distintos reptiles y animales que encontraban a su paso, las lesiones en los pies por las largas etapas, las derivadas de los fríos y calores que habrían de afectar a las vías respiratorias y deshidrataciones, a las debidas al exceso o falta de humedad que agraviaban los estados de salud de los peregrinos. Además debían de ser víctimas propiciatorias de cosas tan comunes como el cambio de régimen alimenticio de las zonas por donde pasaban, que les habían de producir trastornos estomacales, estados de debilidad y trastornos gástricos que habían de acabar en “…fiebres pútridas y malignas, fiebres petequiales, reumáticas, mesentéricas, fluxos de vientre, dolores cólicos, pulmonías, anginas espúreas …”, como se cita en el Hospital Real de Santiago en 1760, con ocasión de un año de crisis alimentaria.
Todo ello debía verse aumentado en las aglomeraciones que sufrían en albergues y hospitales, sometidos a los contagios y epidemias de las épocas, que por falta de higiene habrían de complicar aún más el panorama sanitario del viandante. Aunque todo dependiera de la naturaleza e importancia del hospital, los contagios harían estragos entre los peregrinos, a pesar de haber normas muy concretas para erradicarlos, pero la suciedad y la enfermedad se alojaban en los cuerpos y en las indumentarias, siendo preciso una higiene integral que no existía.
El panorama de salud y enfermedades, que es conciso para la Edad Media, no puede ser concreto para el Camino de Santiago, por falta de la precisa documentación, incroncreciones de algunas y poca realidad aplicada. Pero indica la posibilidad de enfermar que tenía el peregrino, y por la que podía hacer el Camino a Santiago, pidiendo su curación o adquiriéndola en el transcurso de su peregrinación. Poco más podemos aportar en lo por mi hasta ahora consultado